¿Hasta cuándo tolerar conductas abusivas?

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Como lector cotidiano de noticias locales, regionales y nacionales, me he decidido a escribir una pequeña reflexión en relación a una denuncia publicada en varios medios de comunicación, respecto de acoso laboral en la Corporación de Cultura de la Comuna de Paillaco, la cual, sin calificar su verdad o falsedad, cuestión que evidentemente no me corresponde, creo con profunda convicción que no se puede dejar pasar por alto un tema que es pan de cada día, no solo en nuestra comuna, sino a nivel nacional.

Es por ello que, me surgen una serie de interrogantes, pero principalmente reflexiones que me atrevo a exponer.

Siempre, cuando se habla de acoso y/o abuso laboral salen al unísono voces que manifiestan, por qué no denuncia, quién es el “acosador”, debió denunciar, o desde la otra vereda, opiniones al respecto de que lo que se dice es falso, porque la persona en contra de la cual va dirigida siempre se ha caracterizado por ser intachable o no se atrevería por ningún motivo a hacer lo que se asevera o; la institución dentro de sus valores y principios no tolera dichas conductas. Pero hablando coloquialmente, ¿es necesario hacernos “los giles” y dar por descartadas estas conductas?

Como sociedad/comunidad nos hemos preguntado ¿por qué suceden estas cosas? o, es que son situaciones que están tan arraigadas en la cultura laboral en Chile, que se ha llegado a naturalizar por miedo a perder la fuente laboral o, no poder luchar contra toda una maquinaria que funciona perfectamente engrasada en la que el trabajador (a) siempre es la parte más débil, pues es quien se enferma, la pasa mal, es mal calificado (a), asume costos que no están a su alcance asumir porque existe tal nivel de precarización, que con lo que gana, con suerte alcanza para “parar la olla”; mientras que las instituciones públicas o privadas a través de sus representantes realizan magnas defensas “corporativas” con tal de no perder su posición de poder que “tanto” les ha costado conseguir o, que asumir hechos de acoso y/o abuso signifique un daño en su imagen corporativa o, alterar sus índices de accidentabilidad a causa del ambiente laboral, lo que sin duda implica costos económicos, o por último, disconformidades en las hoy en día tan preciadas norma ISO 18001 (OSHAS)  relacionada con Sistemas de Gestión de la Seguridad y la Salud, que les da a las instituciones un falso prestigio.

Cuando una persona por causa o, en razón del trabajo se encuentra en una situación de acoso, sin duda está ante una agresión u hostigamiento, que ejercida por el empleador o por uno o más trabajadores, tiene frecuentemente como resultado un evidente menoscabo, maltrato o humillación y por supuesto se constituye en una amenaza o perjuicio en su situación laboral o sus oportunidades en el empleo, lo que sin duda afecta no solo sus relaciones al interior de su entorno laboral, sino familiar y social, que en muchas ocasiones termina por afectar gravemente su salud.

¿Se deben tolerar estás prácticas? Evidentemente que no, la respuesta es obvia. Ahora, si nos preguntamos ¿Se toleran estás practicas? Evidentemente se toleran y son aceptadas incluso naturalizadas; desde una óptica, por quien tiene como patrón de conducta ser un agente acosador, no solo lo hace con una persona, sino más bien con un grupo bastante grande, porque valida esa actitud como legitima a la hora de relacionarse ya sea como superior o como par, ¿por qué?, sin duda porque es carente de argumentos o empatía para relacionarse en forma respetuosa con los demás, independiente de la posición en la que se encuentran dentro de una organización jugando nada más que un rol diverso. Y desde la óptica de quien las tiene que tolerar, por miedo a sufrir perjuicios o sin duda por necesidad y, ser nada más que una persona dentro de una estructura que es muy grande, donde como trabajador no tiene acceso a información completa por solo significar un numero más o un numero menos, pues la estructura en la que se desempeña lo mira como un objeto que produce, y no como un sujeto, que como tal es titular de derechos, pero principalmente es un ser dotado de dignidad.

Una vez que aquellos que rompen el silencio y dicen con fuerza y valentía que están siendo victimas de acoso/abuso laboral, son inmediatamente separados o desacreditados en sus dichos, sin duda viene el primer juicio valórico de jefaturas, pares, incluso otros ajenos a la relación laboral – sea esta pública o privada – lo que evidentemente en nada contribuye en superar la mala experiencia, porque se dan cuenta que están solos, nadie comparte lo que les sucede, y aunque lo hicieran, nadie quiere verse involucrado con ese ser que se ha transformado en indeseable, porque les pasa exactamente lo mismo o, les da miedo a ser victimas o si ya lo son, que se recrudezcan en su contra a modo de represalia, solo por el hecho de hacer causa común. ¿Qué queda por hacer entonces? Tienen tres opciones, 1) naturalizar y vivir en silencio la experiencia como si nada ha pasado y asumir los costos pensando que algún día aparecerá otro que desvíe la atención; 2) Romper la inercia e irse en contra de dicha estructura en que te ves como un ser pequeño y solo con la incertidumbre de no saber el camino que te espera o; 3) Tomar una decisión rápida y dejar su fuente laboral, aunque ella haya sido de su entera satisfacción, pero que por culpa de uno o unos pocos eres tú quien debes abandonar el buque, mirando siempre como lo más injusto que te ha sucedido y que quede como una muy mala experiencia que no volverás a repetir.

En definitiva, si un trabajador (a) toma la opción 1, es lamentable, incluso no requiere mayor análisis que, sí se están naturalizando este tipo de conductas estamos en una sociedad carente de valores, en la cual, se valida la conocida frase de Maquiavelo que “el fin justifica los medios”, dejando de ser la persona un fin en sí mismo, donde esta Persona, que se desempeña para otro es un mero objeto y, no un fin en sí mismo.  Independiente de lo que le suceda, sin duda, es el peor escenario en el que nos podemos encontrar. Ahora bien, si tomas la opción 3, es lamentable, han ganado los que destruyen y el que ha sufrido los males del acoso y/o abuso laboral ha perdido en este juego. Pero, ¿Qué sucede si optas por la segunda alternativa? ¿Basta con denunciar y tener éxito? La respuesta a la segunda interrogante es simple, lamentablemente no basta con ello, pues no es copulativo el denunciar con tener éxito. Si denuncias y no se logra acreditar lo que está pasando, has perdido todo; si logras acreditar lo que sostienes, ha pasado tanta agua bajo el puente que en más de algún momento habrías preferido no haber hecho nada. En fin, el sistema está diseñado para desistir o llegar a un acuerdo, porque el mal momento pasó y estás obligado a vivirlo una y otra vez.

Es fácil sostener que se denuncie, porque de esa manera dejamos en evidencia y todos nos enteramos de lo vil que son en X organismo o Empresa, pero eso es farándula, pues a la hora de hacerlo, te expones, te quedas solo, la institucionalidad funciona de manera burocrática y lo peor de todo es que los plazos para una persona que se encuentra dañada moral o sicológicamente por causa del trabajo, son literalmente eternos, y para que decir, los hechos deben ser demostrados y aportados por el denunciante, y eso sin decir que no basta cualquier prueba, sino aquellas que son obtenidas de manera licita, por ejemplo, grabaciones de conversaciones sin consentimiento de la contraparte no sirven.

Por último, ¿quién paga el costo cuando se ha cometido acoso o abuso por causa de trabajo?, ¿la empresa u organismo?; ¿el acosador o abusador? o ¿el trabajador?

La empresa/organismo a lo mucho pagará una indemnización y una multa por los hechos, eso si es que se tiene éxito y se le gana a una defensa como ya dije antes, corporativa de todos los actores de la empresa/organismo, llámese jefes, pares o colegas, que por miedo a perder sus trabajos callan lo que han visto y saben, pues han sido coaccionados a que nadie ni nada se pueda declarar en contra de quien “le hace el favor de tenerlo con pega”. Aquí me quiero detener solo a hacer una pequeña reflexión, si tu eres igualmente trabajador, o colaborador como hoy les gusta decir a algunas empresas que se creen más sofisticadas, y no ganas nada con conductas abusivas, por favor, no te prestes para triquiñuelas de baja monta y despreciables, solo por caerle bien a tus jefes, a la masa o tropa abusiva, en cualquier momento te conviertes en el blanco de conductas de la misma naturaleza.

El acosador o abusador, es el primero que sale ganando, pues, ha logrado su cometido, separó a ese ser indeseable que por diversas razones había que enfermar y desvincular, y por lo demás, hasta se ganó un prestigio, pues realizó el trabajo sucio que había que realizar y ha sido confirmado en que su misión es de sepulturero, sin dejar de comentar que aunque se compruebe que los hechos son ciertos, no le sale como se dice popularmente, “ni por chicha”.

Evidentemente el trabajador siempre es la parte más débil, pues o naturaliza las conductas abusivas o se va de ese ambiente tóxico, inclusive corrupto del cual no es parte, pues en el primer caso, de qué vive si tiene proyectos, necesidades y cree profundamente que quizás algo hizo mal y en definitiva se merece lo que está pasando o; es valiente y en definitiva se da cuenta que no tiene nada que hacer, que su dignidad no se tranza con nada ni con nadie y siempre habrá maneras de salir adelante y que su salud mental y  tranquilidad no tienen precio y, en definitiva deja ese ambiente tóxico y miserable, en el cual porque se paga una remuneración mes a mes, se cree que se ha adquirido el derecho a disponer del cuerpo, el alma y los principios sobre los trabajadores como si fueran esclavos transables en el mercado.

Lamentablemente son conductas que han sido naturalizadas, y que son coincidentes en contra de aquellos grupos de personas, que son identificados como dignos de protección, mujeres, jóvenes que comienzan la vida laboral, discapacitados, personas de bajos estratos socio-económicos, mujeres embarazadas o, lo que no gozan del falso estatus de ser “profesionales” como si esto último, fuera una prenda de garantía de superioridad moral y personal sobre los demás.

No me queda más que agregar, que arriba y mucha fuerza a todos (as) aquellos (as) que han luchado y se han revelado en contra de ese falso poder abusivo y han quebrado esa dinámica arraigada en nuestra lamentable cultura chilensis.

Tengo absolutamente claro que, mientras no se tomen medidas drásticas en contra del abusador y las empresas, ya sea que, el primero pierda o quede inhabilitado para trabajar en cargos de similar naturaleza o, la empresa incluso arriesgue la perdida de personalidad que le permita desarrollar sus actividades económicas o, como muchos pregonan se active la vía penal para sus autores, cómplices o encubridores, con tal que se destierren de una vez estás nefastas prácticas que son realizadas por los mismos de siempre – esos que se mueven en el ámbito público llamándose personas de bien o probas y, que en su vida privada no son más que miserables sujetos inescrupulosos que actúan de esta manera a cambio de favores y solo por lograr una posición económica y/o social – lamentablemente deberemos seguir conociendo casos u opinando de lo nefasto de estas conductas, quizás en este mismo momento alguien sufre esta descarnada realidad.

Y si tú, ¡si tú!, eres quién ha abusado de otros y te sientes identificado con esta pequeña misiva, créeme que has servido de inspiración y modelo para escribir lo que estas leyendo, felicitaciones -ironía- por ser persona que eres y, si además te he hecho latir de rabia el corazón, pues sin duda eres un acosador (a) y/o abusador (a).

Un afectuoso y cariñoso saludo a todos (as) aquellos que sufren por haber entrado en un mundo donde no se conoce de respeto. Siempre hay una luz de esperanza, no teman en dar testimonio de lo que están viviendo.

 

Con cariño a todos quienes se puedan sentir identificados con mis palabras, en especial a Anlly, la madre de mis hijas, compañera de vida y sueños.

 

Escrito por:

José Manuel Navarrete Silva

Egresado de Derecho UACH

Comerciante y emprendedor Paillaquino

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